Los límites personales nos separan de los demás y nos ayudan a distinguir nuestras opiniones, pensamientos y sentimientos de lo que piensan y sienten los demás.
Si estás en una relación en la que te sientes amado y herido al mismo tiempo, en la que estás encantado y decepcionado, deseado y rechazado, entonces necesitas establecer límites.
En uno de los capítulos del libro «¿Por qué las cosas van mal?», los autores sugieren entender qué límites personales tienes. Y con la ayuda de sencillas prácticas intentar debilitarlos o reforzarlos.
¿Por qué van mal las cosas?
¿Qué tipo de límites personales tienes?
Para saber qué tipo de límites personales tienes, piensa en tus relaciones y en cómo te sientes con los demás. ¿Te sientes utilizado, respetado, reprimido? ¿O tal vez incluso te sientes amenazado?
Si se siente constantemente oprimido en las relaciones, probablemente tenga unos límites personales muy rígidos. Si tiendes a ser demasiado receptivo -hasta el punto de sentirte utilizado-, entonces tus límites personales son muy inestables y lábiles.
Cuando pienses en tus relaciones con los demás, evalúa los sentimientos que tienes hacia otras personas.
Intenta determinar el significado de esos sentimientos y comprender lo que te dicen sobre tus límites personales. Piense en la dinámica actual -cómo se está desarrollando su relación ahora- así como en su historia familiar.
Límites personales inestables
Si en tu familia la autonomía era sinónimo de traición -es decir, estabas obligado a hablar de todo lo que hacías y a compartir todo lo que tenías-, es probable que tus límites no sean muy explícitos.
En familias así, no existe el concepto de intimidad. El ambiente se vuelve aún más difícil cuando la falta de privacidad se ve agravada por la intensa presión de los padres.
Algunos niños, en un esfuerzo por cumplir las expectativas paternas, se ven obligados a abandonar por completo sus propios límites, y no pueden aprender a poner límites a lo que están dispuestos a tolerar en sus relaciones con la gente.